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“El proyecto elemental es el proyecto mas simple posible, afirma la existencia de un hecho concluso; su signo característico es que ningún otro proyecto elemental puede estar en contradicción con él; es el diseño mas simple que significa arquitectura de la misma manera como “en relación de dos puntos separados por la misma distancia” es la designación mas simple que significa geometría.”

BORCHERS, JUAN. “Institución Arquitectónica”. Editorial Andrés Bello, Santiago.1968. Pág. 52.

PASEO AHUMADA

La alfombra de piedra
Proyecto realizado por Tomás Villalón, Nicolas Norero y Leonardo Quinteros.







INTRODUCCION
El Paseo Ahumada es un elemento fundamental del sistema de circulaciones peatonales del centro de Santiago. La presente propuesta otorga valor y pone en relieve su condición estructurante de la vida pública de la ciudad a través de un proyecto de arquitectura que entra en contacto con las capas del pasado y, a la vez, permite proyectar un futuro con sentido. La principal estrategia de esta propuesta es entender que, si bien el encargo consiste en un proyecto de suelos (por definición, bidimensional), la oportunidad no es meramente ésa, sino que también la de trabajar con los estratos subyacentes, las secuencias aledañas, el volumen de aire del paseo y los elementos que lo configuran y contienen. Y no solo eso, sino que también con la historia, su presente y las historias por venir. Si bien todo trozo de ciudad ofrece similares condiciones, el Paseo Ahumada es sin duda uno de los más complejos, ricos y desafiantes de este país. Esta propuesta actúa entonces en todos los niveles: por una parte, ofrece una nueva superficie para el desarrollo de la vida cotidiana y, por otra, actúa como detonador de una re-valorización de las condiciones históricas, culturales, urbanas y cívicas del centro de Santiago.

CONJUNTO
La principal condición de Ahumada es su cualidad de promenade como preludio o extensión de la Plaza de Armas. Su peatonalización en 1975 abrió la posibilidad de consolidar una circulación pedestre que no sólo conecta puntos importantes, sino que principalmente ofrece una velocidad distinta para aproximarse a la ciudad. El peatón del paseo y la galería, cuando camina, está ejerciendo no sólo su condición de transeúnte, sino que también la de ciudadano que deambula y de actor del espectáculo urbano.
La estrategia de conjunto de esta propuesta trata el Paseo Ahumada como si fuera el eje central de un museo[1]. Esta ala está compuesta por una enfilade de tres habitaciones: la unión con la Alameda es el atrio; hasta Huérfanos se desarrolla el interior del paseo; finalmente, culmina en el centro originario (y centro de la vida de la ciudad durante siglos), la Plaza de Armas. Este museo de la ciudad de Santiago tiene, por supuesto, otras alas: Bandera y su conexión con el Camino del Inca, Huérfanos como corte transversal por la diversidad del centro, entre otras. Pensar Ahumada como museo abre posibilidades no sólo respecto de los objetos ‘expuestos’, sino que también sobre la historia y el potencial de las conexiones latentes.

EL PASEO: SUPERFICIES

Esta propuesta se enfrenta al Paseo Ahumada esencialmente a través de un despliegue material de roca y agua, componentes esenciales de nuestra geografía. Al centro del Paseo, una superficie de un ancho constante de diez metros se extiende desde la Alameda a la Plaza de Armas. Compuesta en su mayoría por pavimentos pétreos de origen industrial, el paseo es rítmicamente cruzado por vetas de piedras chilenas. El tapiz resultante posee características técnicas, materiales y plásticas que responden al estado del arte en construcción de paseos peatonales, pero incorporan elementos que lo vuelven único. Complementariamente, los recorridos laterales realizados en pavimento industrial de color claro negocian las diferencias entre las líneas de edificación y el ancho homogéneo del paseo central.
Si bien la estrategia central actúa específicamente desde una condición de superficie, a través de estas tres áreas (paseo central y recorridos laterales), sus efectos se pueden ver más allá, en el volumen de aire inmediatamente superior y en la dimensión inmaterial de la experiencia del lugar, que combina espacio, tiempo y movimiento.

EL PASEO: MAS ALLA DE LAS SUPERFICIES.
Además de referir a la identidad tectónica de Chile, el paseo central alude a la traza fundacional de la ciudad de Santiago a través de sus medidas: la crujía del paseo central reproduce el trazado original del damero, singularizado en los ‘rollos Bertrand’ de 1889 (Strabucchi et al, 2013; Hidalgo et al, 2015[2]). Además, el pavimento es una cartografía 1:1 de la ciudad, incorporando marcas que orientan al peatón. Las marcas implican despejes frente a edificios singulares, accesos a interiores de manzanas y cruces de calles; el uso de fuentes de agua para señalar momentos de detención, vistas y permanencia; la inscripción en bronce de los nombres de calles y paseos; y el uso de macizos de piedra basáltica en el sobresuelo para delinear zonas de circulación vehicular.
Los recorridos laterales, por otra parte, incorporan la vida de la ciudad, absorbiendo las expansiones de los locales comerciales de su borde en la vía pública. Estos usos temporales y controlados buscan que el paseo tenga momentos e intensidades que aporten riqueza y versatilidad al recorrido.
Entre el paseo central y los dos recorridos laterales se enuncian dos líneas paralelas, dos límites. Éstos, más que desaparecer, son los elementos estructurantes de la experiencia del Paseo.

ESTRUCTURA DEL PASEO: ELEMENTOS LINEALES.
La historia es por defecto una construcción narrativa lineal: las historias se cuentan secuencialmente, la Historia se escribe como una sucesión de hechos. El Paseo Ahumada, sin embargo, ocurre todo a la vez. El lugar liminal entre paseo central y recorridos laterales, en su ligereza, administra el orden.
El límite oriente del paseo es una banda en acero de 10cm de ancho, marcada por una cadencia: una línea perpendicular en bronce, dispuesta cada 0,83m, reproduce la medida de la vara castellana utilizada para el trazado del damero original. Estas harán evidentes las 150 varas entre eje y eje, 138 destinadas a manzanas y 12 a calles (Peña Otaegui, 1944), y materializarán otras métricas de la historia: tal como el parasang persa y los versos de Homero[3] (Purves, 2010), las medidas son el ritmo de la historia.
Junto con la traza que plasma el deseo de los primeros españoles, las acequias fueron la infraestructura necesaria para que existiera la ciudad[4]: estas concretan la fértil provincia. El límite poniente del paseo es entonces una nueva acequia, que no es la misma que la castellana (no va por el centro, no irriga los solares), sino que la reinterpreta para las necesidades actuales. Esta acequia responde al paso de las estaciones, según esté seca o activada por el agua, y sostiene los elementos puntuales que dan vida al Paseo.

CUALIDADES DEL PASEO: ELEMENTOS PUNTUALES
Si el paseo es la partitura y las líneas marcan el ritmo, los elementos puntuales que jalonan ambas líneas definen una melodía particular, que se toca a dos manos.

Puntos en línea histórica
Una serie de notas al pie califican la línea histórica marcando, a través de placas de bronce en el suelo, puntos de interés arquitectónico, patrimonial, cultural y turísticos, direccionando la mirada y entregando información sobre lo indicado. Hay tres tipos de notas al pie: aquellas que acotan edificios de interés, las que señalan vías de circulación (principalmente a través de citas a la obra de Luis Thayer Ojeda, 1904), y las que marcan lugares de interés cultural.
Las notas al pie ofrecen un recorrido que no es cronológico sino que, en su sumatoria, es multitemporal – añadiendo así más capas al palimpsesto que ya es la ciudad. Esta concepción multitemporal de la historia empuja la idea de museología: de manera inversa a cómo el salón principal del Louvre Lens se deshace de las zonas geográficas para poner en comunicación distintas culturas a través del tiempo, la museografía del Paseo Ahumada se deshace de la imposición cronológica para hacer coexistir distintos tiempos en un mismo espacio.

Puntos en línea de agua
De manera paralela, la línea de agua también materializa una postura de proyecto que está informada por la historia. La acequia tiene dos expresiones volumétricas principales: por una parte, se ensancha y crece en puntos específicos a través de fuentes, pozas, abrevaderos, columnas de agua y piletas ornamentales, para acentuar espacios de reunión y/o simbolismo. Por otra parte, la acequia sustenta la arborización del Paseo, introduciendo doseles de sombra en Ahumada. Aquí los precedentes históricos son utilizados no para ser replicados, sino que para hacerse cargo de la paradoja que significa la arborización del centro de Santiago. Como plantea Perez de Arce (2004), “hasta el siglo XIX el árbol no fue requerido ni imaginado en el espacio público de las ciudades hispanoamericanas”, siendo Santiago una “ciudad de zona árida”. La acequia de esta propuesta permite pensar una arborización ornamental del paseo con especies cuyos requerimientos estén de acuerdo con conceptos actuales de sustentabilidad. Atrás quedan el chirimoyo de la Calle del Chirimoyo y el sauce de la Calle del Sauce (Thayer Ojeda, 1904): las especies que proponemos son caducifolios, bella floración, bajo consumo hídrico y copa frondosa. 

Vetas de Chile: Paseo Ahumada plantea que el repensar los paseos peatonales de Santiago implica no sólo rediseñar la superficie del paseo, sino que de manera más fundamental, entender que lo que está siendo diseñado es un ambiente. Este ambiente está compuesto tanto por las superficies horizontales como por el volumen conformado por la edificación, las redes de comunicación aledañas, los precedentes y preexistencias, la historia, la política y la cultura. Como tal, la materia prima de Vetas de Chile: Paseo Ahumada no es solo la arquitectura, sino que el compuesto total: formas, texturas, animación, encuentros. La puesta en valor que aquí se propone, si bien literalmente se condensa y expresa en la nobleza de los materiales utilizados, en las vetas de piedra chilena, en el agua de la acequia, en el bronce de las inscripciones y la línea de tiempo, también involucra aspectos inmateriales: medidas del pasado, trazas permanentes, eventos transitorios y construcciones patrimoniales. El Paseo Ahumada se establece así como una experiencia fundamental del espacio urbano del centro de Santiago, un espacio que no sólo es funcional, sino que también simbólico, cívico y trascendental.

ARROYO Aitana, El campo, la alameda y la avenida: tres episodios de un palimpsesto. La Alameda de Santiago 1818, 1825, 1925, Tesis para optar al grado de magister en Arquitectura del Paisaje, Escuela de Arquitectura, PUC, Santiago, 2015
BENAVIDES Alfredo, La arquitectura en el virreinato del Perú y en la Capitanía General de Chile (Santiago: Ed. Ercilla, 1941)
FORGAN Sophie, “Building the Museum: Knowledge, Conflict, and the Power of Place” (Isis, vol. 96, n. 4, 2005)
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GUARDA Gabriel, Historia urbana del reino de Chile (Santiago: Andrés Bello, 1978)
HECHT Romy, Arborización, ciudad y paisaje, Taller de investigación, Escuela de Arquitectura, PUC, 2010, segundo semestre
HIDALGO Germán et al, Ocho calles fundacionales de Santiago, Taller de investigación, Escuela de Arquitectura, PUC, 2016, primer semestre.
HIDALGO Germán y Vila W., “Calles – que fueron – caminos. Intensificación de la trama de calles al sur de la Alameda en Santiago de Chile hasta fines del siglo XIX” (Historia n. 48, vol. 1, 2015)
LEON ECHAIZ René, Historia de Santiago (Santiago de Chile, 1975)
PEÑA OTAEGUI Carlos, Santiago de siglo en siglo (Santiago: Zig-zag, 1944
PEREZ DE ARCE Rodrigo, “Santiago Zona Árida: una arquitectura de la sombra” (ARQ, 57, 2004)
ROSAS José, Hidalgo G., Strabucchi W, Bannen P., “El plano oficial de urbanización de la comuna de Santiago de 1939: trazas comunes entre la ciudad moderna y la ciudad preexistente” (ARQ, 91, 2015)
PEREZ Fernando, Arquitectura en el Chile del siglo XX, vol. 1, Iniciando el nuevo siglo, 1890-1930 (Santiago: Ediciones ARQ, 2017)
PEREZ Fernando, Arquitectura en el Chile del siglo XX, vol. 2, Modernización y vanguardia, 1930-1950 (Santiago: Ediciones ARQ, 2017)
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VVAA, Guía de arquitectura de Santago, Chile, 13 recorridos (Santiago, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile, 2000)
ZAÑARTU Francisco, La imagen de la ciudad en el poemario “El Paseo Ahumada” de Enrique Lihn (Seminario para optar al grado de Lic. En Lengua y Literatura Hispánica, Santiago, Universidad de Chile, 2004)







[1] “[C]uando el studio del coleccionista se transformó en la galería en la primera modernidad italiana, cambip´ de un lugar de soledad a uno de conversación y sociedad civil, donde la amistad, el coleccionar y visitar se volvieron integrales a la cultura científica”. Sophie Forgan, “Building the Museum Knowledge, Conflict, and the Power of Place”, Isis, Vol. 96, No. 4 (December 2005). Nuestra traducción.
[2] En los planos de Bertrand “el registro de cada calle en particular es testimonio de la calle preurbanizada – es decir, la calle en su condición premoderna – , pero también del sentido de este levantamiento en términos de mejora y transformación de las vías.” (Strabucchi et al, 2013, 67).  Los ‘rollos Bertrand’, según Germán Hidalgo, dan acceso a “un registro histórico exacto de la traza fundacional” (Hidalgo, 2015). Ver también Catalina Funes, “Metamorfosis del eje Ahumada y Puente” en Ibid.
[3] “En efecto, no es tanto el camino lo que nos guía en la lectura de la Anabasis [de Jenofonte], sino que el parasang – unidad de medida persa que Jenofonte ocupa para estructurar su historia [de la experiencia] del interior.” Purves aclara que el parasang es una medida que corresponde a lo que un ejército persa podía caminar en una hora; las varas acá marcarán un ritmo más rápido. Ver Purves, 161.
[4] En Santiago, “se administran acequias para regar los jardines y refrescar cuando se lo desea, comodidad inestimable que solo se encuentra en muy pocas ciudades europeas… las que van de E a O… toman sus aguas de los primeros canales del rio y las que cruzan de norte a sur de aquellos (canales) que corren por el centro de las manzanas… sin este auxilio los huertos nada podrían producir por la falta de lluvias por ocho meses consecutivos, de esta manera se encuentra en la ciudad todas las condiciones del campo…” Frezier, 1902.