Bienal
Colaboradores: Leonrdo Quinteros - Maite Raschilla - Carmen Valdes / Dibujos: Sebastian Valois
En
unas horas, una calle completa en el barrio Franklin se transforma.
De
un espacio doméstico, de veredas ajustadas, de calzadas armadas por las sombras
llenas de las fachadas continuas, de solitarios árboles y luminarias silentes;
da paso a algo totalmente nuevo y distinto. Este espacio tan presente en la
zona centro sur de Santiago, simplemente se transforma. Por medio de
invenciones muy precisas, el suelo del pavimento aloja vitrinas de telas con
colecciones de objetos, las veredas estacionan carros con ropa, con comida al
paso; los edificios cerrados se abren y aparecen calles hacia el interior, se
desprenden y despliegan cortinas, se descuelgan los cientos de miles de objetos
coleccionables que podrían resumir la historia de Santiago de un solo vistazo.
La gente va de un punto a otro, cruza y rompe filas en las veredas. El ordenado
damero de calles y esquinas, da paso a un campo irregular de trazados oblicuos.
La gente en este nuevo escenario es otra, se multiplica en cruces, diálogos y
transacciones. Este magnífico nuevo barrio ha aparecido de pronto. Cuando la
tarde avanza, este hermoso y mágico despliegue comienza a retirarse, y poco a
poco desaparece. El barrio cambia otra vez, y la sombra llena se queda
nuevamente sola.
Este
ir y venir, es lo que mejor define el escenario de la XIX Bienal de
Arquitectura y Urbanismo 2019. Un lugar donde las cosas flotan, parecieran ser
volátiles, están allí para luego estar acá. Esta magnífica incoherencia, nos
obliga a pensar en cómo desplegar el contenido de la curatoria en este lugar.
Desplegar
y colonizar, tal como lo hace el barrio.
Dividir
y fragmentar, para hacer esto más simple.
Agrupar
y relacionar, en los espacios donde el barrio suele hacerlo.
Más
que un montaje, proponemos una manera de usar el barrio, una estrategia para
evidenciar este bellísimo orden subyacente. Una manera de hacer propio la idea
de “lo común y lo corriente” como un valor que está siempre en las cosas, en
los espacios, en los usos.
El
montaje para la Bienal, Feria libre de Arquitectura, “Lo común y lo corriente”,
pretende entender esta condición ferial como una manera de usar el barrio. Un
espacio dinámico, móvil, versátil, flexible y transformable.
Una
colección de carros de distinto tamaño y contenido serán desplegados en el
barrio, haciendo de esta operación el montaje de la bienal. En él, lo común
aflora, entendiendo los espacios como lugares comunitarios, como espacios de
diálogos, que dentro del marco del barrio se transforma también en la idea de
lo vecinal, incluso doméstico, lugares donde se generan acuerdos, conocimiento,
vida. La idea de lo corriente complementa lo anterior entendiendo que estas
dinámicas existen, y que la arquitectura únicamente busca entenderlas. Son
eventos regulares y densos en contenido, pero que justamente la vida del lugar
ya contiene. La manera de usar, de colonizar es una operación corriente en el
lugar, que el proyecto solo busca visibilizar de otra forma.
Los
carros no son otra cosa más que la Bienal misma fragmentada en trozos de menor
tamaño. Al ser ligeros, se despliegan en el territorio llevando la bienal a la
ciudad, y la ciudad a la bienal. Esquinas, calles, pasajes y patios interiores,
ahora son justamente parte del mismo montaje.
Empleando
ruedas, ejes, telas, y pequeños volúmenes de madera acerrada, los carros de la
bienal serán coreografías dispersas en todo el barrio, una suerte de musculo
que se estira y contrae para agrupar, dispersar y activar nuevos usos en el
espacio público.
Pequeños
cines, bibliotecas, foros, mesas de dibujo, o simplemente carros de energía,
torres de señalización, o ruedas con información. Todas ellas piezas con una
historia, una suerte de guion en el barrio, que permite colonizar de manera
estructurada, activando alianzas entre carros, articulando pequeñas
agrupaciones que permiten generar actividades combinadas con la gente y el
espacio que los recibe.
De
la misma manera, la muestra de la bienal irá dispuesta en carros que buscan
desplegar el contenido entendiendo esto como una opción de intercambio siempre
distinta. En algunos tendremos que entrar a un espacio traslucido, en otros
solo ingresar en pequeños gabinetes, en algunos abrir puertas como grandes
roperos para entrar en pequeños cuartos, en otros mirar desde arriba de una
mesa, o bien, desde lugares donde solo se cubre desde los hombros hacia arriba.
Cada uno una experiencia distinta.
Todo
este universo compone el montaje.
Una
familia de piezas, un montaje de fragmentos dispersos en la ciudad.