Vigas de madera apiladas.
Louis Kahn comentó hace algunos años a Vincent Scully que la
belleza de las catedrales estaba en que en ellas se podía leer cómo los pesos
descargaban las fuerzas sobre cada elemento. Un simple examen podía mostrar que
las cargas bajaban de la cumbre a la base siguiendo una ruta diseñada por la
propia arquitectura, quien se hacía responsable que la estructura comunicara su
rol como soporte y expresión: “La gravedad no descansa”.
Este proyecto, persigue esta máxima.
Un conjunto de vigas dispuestas unas sobre otras, unas en compresión
apiladas y otras flexionadas viajando de apoyo a apoyo.
Para esto el suelo inclinado elabora un zócalo, un sistema
de niveles de hormigón armado que alojan estas piezas regulando sus niveles en
la medida que se escalonan unas sobre las otras.
Las piezas se articulas utilizando el remanente de terreno
disponible para alojar nuevas salas de clase de un colegio Montessori. Su
disposición permite generar nuevos espacios tanto interiores como exteriores,
valorando los lugares indefinidos y espontáneos entre las vigas y el suelo.
Estas vigas, a su vez son mobiliarios con espesor que alojan
el mundo de cada aula, entendiendo que en ellas se desarrolla el conocimiento
como áreas de juegos, zonas de ensayos, donde las cosas se montan y desmontan
para alojar las actividades académicas.
Un edificio pensado casi como un juego mismo, donde la
gravedad y su apilamiento definen las reglas, restricciones y expresión del
proyecto.
“La gravedad no descansa”.